Monday 6 August 2007

En busca de una profecia

En busca de una profecía

En el principio de cada una de nuestras vidas sucede algo que nos marca el destino de una manera u otra. Algo que se aprende a manifestar una vez aprendemos a sentir. Es aquella capacidad de ser más que un animal. Ser parte de una especie la cual se destaca por su increíble capacidad para analizar. Es aquella la capacidad tan esencial para sobrevivir.

Son aquellas experiencias las que nos hacen seres maravillosos y a la misma vez irreales. Genéticamente compuestos de polvo universal y sal de la tierra. Son aquellas cosas que nos rodean, las cuales nos permiten ser como somos. Humanamente, somos seres indefensos e ingenuos. Aprendemos de experiencia ajena y dolor propio. Nos caemos y pretendemos levantarnos cuando del cansancio caminar más no podemos. Es ese aire de nada el que nos permite flotar por las alturas y llegar a sentir destrucción de nuestra integridad.

Por cada alegría acumulada en nuestros corazones, debe existir un sufrimiento tan inmenso como él mismo. Para que la marea esté tranquila, debe de haber una gran tormenta; un diluvio quizás. Una vez llegada la calma, la plenitud inmensa del estado de ser puede conquistar esa área miserable de la vida de un ser humano. Tan humano como la jalea que conecta nuestras estructuras óseas con el resto de la dulce existencia. Esto es lo que hace de cada uno de nosotros un poco más especial de lo que somos. Primeramente el hecho de haber tenido la oportunidad de sentir la vida al rojo vivo, creo que puedo llegar a ser feliz. Llegar al cielo y volver al infierno sin atravesar el limbo hace volver a la vida a cualquiera. La exactitud de los extremos es irrelevante… el único hecho es que la capacidad de sentir es recuperada después de aprender a distinguir entre las diferentes emociones y reacciones a la capacidad de saber.

El entender las cosas más simples de la vida puede llegar a convertirse en un caos mayor que la capacidad misma de aprender a racionalizar. Nunca podrás encontrar las lagrimas que no has llegado a derramar… nunca podrás calentar la arena de los mares, sin haber visto brillar el sol. Pero sí puedes llegar a prender la luz de la esperanza en el corazón de un extraño. No digo esto por haber tenido una experiencia particular, como ésta. Simplemente comento en el hecho de que el extraño también necesita saber que existe, por medio de los sentimientos de aquellos a los que también él considera extraños.

DrE 2007

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